martes, diciembre 24, 2013

Adiós a las redes sociales

Ha llegado el momento. He reflexionado bastante sobre mi vida y sobre el destino que deseo. He tomado ya la decisión. Sólo me queda empezar a caminar.

Desde este momento dejaré de mirar hacia atrás y empezaré a enfocarme en lo que tengo delante. He de abandonar hábitos, distracciones e incluso amigos. Las prioridades son más importantes que los placeres, y he de descender al infierno para llegar al cielo.

Este es un viaje que he de emprender solo. He de deshacerme de carga innecesaria. He de hacer limpieza en todo lo que tengo y en todo lo que soy: en mi alma, en mi ser, en mis valores… en todo.

Puede que cometa nuevos errores, pero el mayor error ha sido cometer siempre el mismo: dejar las cosas como estaban, dejar acumular la ponzoña en mi alma, dejar que todo llegará a como está hoy.

He roto mis cadenas de sopor y pereza. He plantado cara a mis temores por la incertidumbre del futuro. Me he dado cuenta de que no he de temer a mi futuro, si no a mi pasado, pues es lo que me lastra. Donde estoy ahora no me lleva a ninguna parte.

Pero hay salida. Por fin tengo un motivo y una motivación. Y ello requiere de un sacrificio, de una penitencia, de un peaje. La salida nunca estará en el lugar donde estoy a no ser que cambie de sitio.

Dejar todo lo que he conseguido es muy duro, pero mucho más duro es permanecer atrapado en la telaraña que yo mismo he tejido. El mundo se mueve. El mundo cambia. El mundo no esperará ni volverá para recogerme. He de ser yo el que baile al ritmo del mundo y al compás del tiempo.

Para emprender mi viaje he deshacerme de las redes sociales, pues son un lujo que ahora no me puedo permitir. Mi tiempo ha de estar enfocado y ocupado en asuntos más útiles, tangibles, importantes y prioritarios.

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