jueves, junio 25, 2009

Meditaciones sobre el movimiento de la vida y del mundo

Una efímera e insignificante existencia, o quizá el más grande de los milagros. Vida somos, finitos y limitados por un tiempo y unas circunstancias. O, probablemente, un caprichoso y eterno dios que domina y manipula los externos elementos a su capricho. ¿Contradicción? ¿O la más atractiva de las relaciones?

Sabiduría, virtud entre las virtudes, fruto del sacrificio del tiempo propio y del ajeno, guía mi voluntad y mis designios hacia el paraíso del buen uso de la vida y del gozo de la felicidad. Ilumina la senda de mis pensamientos e inspira mis torpes y parcas palabras, que sirvan de aliento y memoria para aquellos que mi estela encuentren.

¿Qué es la vida? Pregunta infinitas veces formulada. Ni yo mismo la respuesta exacta hallo para satisfacer mi insaciable curiosidad. Tan sólo sé que vida somos, y que amos somos de ella. Es personal e intransferible. Es única, auténtica y exclusiva, pues nunca una igual hubo a lo largo de miles de generaciones y de millones, billones, trillones... de vidas que por este mundo han pasado. Insignificante entre infinitas existencias compartiendo un momento, y formando parte de un todo. Un milagro concebido, una aportación a este mundo, y, que a su vez, puede concebir y aportar. Una unicidad así jamás se repetirá, cual copo desprendido en una nevada. Tal grandeza no es casual. Alguna razón llevó a la vida estar aquí y ahora. Causa hay. Efecto también. Repercusión, por supuesto. La vida es una partícula en movimiento dentro de un mundo en movimiento. Su existencia es acción que afecta en mayor o menor medida hacia dentro y hacia fuera, renovándose constantemente en infinita evolución.

Latentes existencias hay que, perezosas, transcurren mecidas por el movimiento externo, cual hoja entregada al viento, expuesta al accidental o al causal designio del mismo, viajando allá donde no querría estar, estrellándose contra obstáculos que no querría encontrar, afectándole eventos que no querría experimentar. Infelices existencias que culpan a lo externo de su situación e hipócritamente definen cómo deberían ser sus perfectas existencias que por derecho han de concedérseles.

Inquietas existencias se mueven constantemente, estudiando y aprovechando el movimento externo, cual cometa surcando el aire y dominando la materia, el lugar a dónde ir, la altura y la velocidad a la que vuelan. Sus movimientos influyen en lo interno y en lo externo. Así, una acción genera otras acciones, y éstas, a su vez, de forma exponencial, generan más acciones. Felices existencias que moldean sus destinos y viven todo aquello que autogeneran.

El movimiento es la clave de la vida y del mundo, en su aportación mutua. El movimiento del mundo afecta a nuestra vida, y el movimiento de nuestra vida afecta al mundo. La naturaleza de esta simbiosis es simple y genial. Y fabulosa y extraordinaria es nuestra naturaleza para poder analizar, poder discernir, poder decidir y poder actuar. Podemos elegir entre ser una simple hoja arrastrada por el viento o ser una cometa que domina al viento.

Todo es movimiento: nuestras vidas y nuestro mundo. El movimiento nos une, activa o pasivamente.

Nuestra vida y nuestro mundo son la consecuencia de todas las acciones y de todas las aportaciones de otras vidas y de otros mundos que en el pasado se movieron. Y ese movimiento no se ha parado nunca. Ha evolucionado hasta nosotros, hasta aquí, hasta ahora. Y nuestro movimiento tendrá su eco en el futuro, en otras vidas, en otros mundos.

La vida es finita y efímera. A la vez es un milagro por su autenticidad, por su unicidad y por su capacidad de decidir la acción a realizar mientras exista, de generar el movimiento que dirija el destino de su propia existencia y el del mundo, de producir un eco que en el futuro se oirá con menor o mayor volumen, de dejar una huella perdurable más o menos en el tiempo, admirable o censurable.

El gran reto de nuestra vida es conocer la naturaleza y el movimiento de nuestra propia existencia y la del mundo, de cómo fluctúa este movimiento de nosotros hacia el mundo, y del mundo hacia nosotros, conocer las circunstancias del momento y aprovecharlas para poder generar un movimiento positivo impulsador, de descubrir que en cada problema o adversidad se esconde realmente una gran oportunidad, y que cada error es realmente un gran maestro con una gran lección. Este talento se consigue con el tiempo, con la experiencia, a base de empezar siendo la hoja perdida y zarandeada hasta convertirnos en la cometa que domina su destino.

1 comentario:

dijo...

esa cometa a veces aún es zarandeada por vientos, pero encuentra el equilibrio de nuevo.
la experiencia ayuda a estabilizarse.