miércoles, julio 04, 2007

El nacimiento

Ayer nació Irene, producto del amor de dos padres ejemplares y, para suerte mía, grandes amigos.

¿Qué decir de la sensación de observar el milagro de la vida? ¿De ser el protagonista de ese milagro? ¿De ser testigo de algo tan pequeño y tan inocente, durmiendo plácidamente ajeno a los problemas de este pérfido y malvado mundo?

En momentos como éste te planteas muchos interrogantes y te das cuenta de muchas otras cosas en las que no te detienes ni un segundo para pensar.

Esa misma escena la vivieron millones de seres humanos en otras épocas, en otros lugares, en otras circunstancias.

¿Quién puede imaginar qué será en un futuro esa pequeña criatura, la cual sólo atiende a necesidades básicas, como comer y crecer lo más rápido posible?. Una criaturita así fue Jesús de Nazareth, Atila, César, Carlomagno, Napoleón, Gandhi, Santa Teresa de Jesús, Franklin, Beethoven, Mozart, Cervantes, Shakespeare, Lord Byron, Oscar Wilde, Quevedo, Juana de Arco, Hitler, Sadam Hussein, Franco, Mussolini, Torquemada, Leonardo DaVinci, Miguel Angel Buenarroti, Picasso, Vivaldi, Einstein, ...

Cuando te detienes a pesar que apenas unos átomos forman una molécula, que las moléculas pueden llegar a formar células, y éstas un espermatozoide o un óvulo, un feto, un órgano, un bebé, un hombre o una mujer... y que este individuo puede llegar a ser lo mejor o peor, a despuntar por encima del resto, a marcar la senda o el camino de millones de seres humanos, a inspirar a hacer sentir...

Reflexionas sobre todo lo que hemos avanzado en la vida, desde que nacimos, en nuestra infancia, nuestros primeros retos, nuestros primeros éxitos en los estudios o en alguna habilidad, en el trabajo, en el amor, en formar un hogar, una familia...

Es ahí cuando uno se da cuenta que somos tan limitados como creemos ser, que sólo crecemos lo que queremos crecer, que nos expandimos tanto como queremos, y que el único límite está en nuestra propia imaginación. El mayor de los milagros es nuestra capacidad de realizar milagros, y la mayor parte de nosotros no lo sabemos.

Cuando vi a Irene, imaginé una semilla a la que hay que cuidar, regar, podar, enderezar y abonar con constancia y cariño, para obtener un gran árbol, alto, fuerte, longevo y de hermosos frutos.

Y así es el eterno ciclo de la vida: el comienzo de un fin, y el fin de un comienzo.



Rafael Hernampérez

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