martes, abril 24, 2007

Los vampiros

Cierta vez caminaba por un tranquilo parque un niño de siete años junto con su abuelo. Ese día, el niño estaba inquieto y callado. El abuelo lo percibió, pues su nieto siempre estaba alegre y risueño.

- ¿Qué te ocurre, Carlitos? - preguntó el abuelo - Hoy estás muy callado.

Carlitos estaba intranquilo, como si su abuelo le hubiera leído la mente y no podía ocultarse de él. Miró a su abuelo de reojo, ocultando su cara.

- En el colegio, unos niños me dijeron que existen los vampiros, y que esta noche vendrán a por mí, mientras duerma, y me morderán el cuello hasta chuparme toda la sangre.

El abuelo miró a su nieto con ternura, y con una sonrisa cálida y fraternal le dijo:

- No deberías preocuparte por eso, Carlitos, pues los vampiros de los que hablan tus amigos no existen. Son sólo cuentos para asustar a los niños.

Carlitos se animó ante la noticia.

- Entonces, ¿no existen los vampiros, abuelo?
- Sí existen, pero no son como dicen tus amiguitos.

Carlitos se asustó un poco. El abuelo, sonrió nuevamente, y con una mirada cándida prosiguió:

- Los vampiros existen, pero no tienen largos colmillos, ni se convierten en murciélagos, ni tienen poderes sobrenaturales, ni muerden los cuellos para chupar sangre. Los vampiros, en realidad, son personas.
- ¿Personas, abuelo? - preguntó Carlitos.
- Sí, Carlitos. Son personas malas que están entre nosotros. Pueden ser cualquiera que veas por la calle, en el colegio, en el trabajo, en un estadio de fútbol... en cualquier parte.

Carlitos estaba confuso.

- ¿Tú puedes ser un vampiro, abuelo?
- Podría serlo, Carlitos. Pero no lo soy.
- ¿Pero qué es un vampiro, abuelo?.
- Un vampiro es alguien débil, que no tiene personalidad, ni talento, ni sabe hacer nada. Es alguien que no sabe vivir.

Carlitos estaba aún más perdido.

- No lo entiendo, abuelo.

El abuelo a veces olvidaba que era un niño de siete años. Intentó explicarse mejor:

- Hay personas que no valen para ser felices, o para hacer grandes cosas. En lugar de ello, tienen envidia de los que sí valen, y por ello se aprovechan de las personas que sí valen. Es la única manera que creen tener para ser felices: robar la felicidad, el talento, el trabajo de los demás y atribuírselo ellos.
Por ejemplo, tú te preparas un examen importante en el colegio. Has trabajado duro, estudiando todos los días. El día del examen un amiguito tuyo copia tu examen, pero luego va a tu profesor y le dice que tú le has copiado. Él se lleva tu aprobado y tú quedarás ante todos como un niño malo, que ha copiado.
- ¿Ese niño sería un vampiro?
- Sí, Carlitos. Un vampiro es un ser débil y cobarde que bebe la sangre del éxito y de la felicidad de aquellos que son luchadores y tienen talento. Un vampiro es un ser que para vivir necesita vivir la vida de los demás, aprovecharse de la valía de aquellos que tienen aquello que a él le falta.
- Entonces estos vampiros no son tan malos como los otros de los cuentos.
- En eso te equivocas, Carlitos. Son mucho peores, ya que cuando actúan pueden echar a perder el futuro de aquellas personas de las que se han aprovechado. ¿Crees que merecería la pena seguir estudiando, cuando todo el mundo cree que tú eres el que copias, y ese vampiro puede volver a copiar tu examen?. Es muy posible que no, y por ello dejarías de estudiar y tu brillante futuro se frustaría. O quizá te convertirías tú también en otro vampiro, pensando que es más fácil y rápido hacer lo mismo: beber la sangre del éxito y de la felicidad de los demás. Y así, no sólo el mal seguiría creciendo, si no que además crearías una cadena que no tendría fin. Podrías crear nuevos vampiros, y éstos, a su vez, crear nuevos vampiros, y así sucesivamente.
- Eso es terrible, abuelo.
- Sí, sí que lo es.
- ¿Y no se puede luchar contra ellos?
- Sí, aunque es duro y difícil, pues los vampiros se aprovechan del único talento que pueden llegar a tener: la astucia. Gracias a ella pueden convencer y engañar a los demás, de crear esa magia en la que ellos son extraordinarios, que son las víctimas. Para luchar contra ellos es necesario luchar constantemente y demostrar a todos que tú eres el que vales. Pueden aprovecharse de tí la primera vez, incluso dos veces o quizá hasta tres. Pero si eres más fuerte que ellos, demostrarás con tu talento que no necesitas aprovecharte de nadie, y que la verdad es la evidencia para desenmascarar a los vampiros. Una vez lo desenmascaras no podrá volver a aprovecharse de ti. Pero debes ser valiente y demostrarlo.

Carlitos miró a su abuelo. Había comprendido una lección que duraría toda su vida, pues encontró vampiros no sólo en el colegio, si no también en la escuela de la vida, entre sus amigos, entre sus compañeros de trabajo, entre sus vecinos. Supo detectarlos y luchar contra ellos con la única arma infalible: la verdad.


Rafael Hernampérez

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