sábado, abril 07, 2007

El cántaro

Hermoso relato de autor desconocido, que nos recuerda que hay que dar su tiempo a las cosas.

Cierta vez un hombre envió a su joven hijo a llenar un cántaro al río, urgiéndole presteza. El hijo acató la orden solícito y fue hasta el río. El padre, que le observaba a distancia, vio cómo su hijo ponía el cántaro bajo una cascada, pero la fuerza del agua y la ingente cantidad de ésta fueron tales que el líquido no logró entrar en el cántaro, pues su cuello era muy estrecho.

El hijo regresó con el cántaro, mostrándole a su padre cómo el cuello se había roto por el fuerte y constante golpear del agua. Además, este hecho provocó que el agua llegara turbia y sucia.

El padre preguntó a su hijo:

- ¿Acaso no veías que el agua de la cascada era demasiada para el delgado cuello del cántaro? ¿Por qué no sumergiste simplemente el cántaro en el río?

El hijo constestó:

- Sí, padre, pero es que quería llenarlo lo más rápido posible.


Nuestras vidas son como ese cántaro: muchas veces tratamos de llenarlo lo antes posible, en este mundo tan veloz y rápido, que siempre nos supera. Intentar hacer ésto nos hace daño, por eso logramos las cosas a medias y el agua que conseguimos no es pura ni cristalina, sino turbia. Queremos tener todo "ya", y en el proceso muchas veces nos lastimamos por no sumergirnos poco a poco en la corriente calmada del río.

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