domingo, octubre 08, 2006

La discusión

Un gran fuego de odio e ira consumía la felicidad del matrimonio aquel sábado de Octubre. Él tenía planificada una comida desde antes del verano con uno de sus mejores amigos, y aquella mañana iba a pasarla con su mejor amigo buscando libros en el centro de Madrid, cosa que planificaron desde hacía un mes. Ella, sin planificar, quería ir de compras, pero no quería conducir ella sóla ni ir sóla a las tiendas.

Llegado un momento, en el que la locura rebasó el límite del respeto, él sacó su teléfono móvil del bolsillo e hizo dos llamadas. En ambas, con toda tranquilidad, canceló sus compromisos para ese día. Ella, atónita, se enfureció aún más diciendo cosas incoherentes y sin sentido.

- Cariño - dijo él - hoy es un día hermoso como tú. Es una lástima desperdiciarlo discutiendo.
- Pero tú habías quedado desde hacía mucho tiempo con tus amigos, y conseguiste juntar a los dos en el mismo día.
- No importa. Hoy quiero estar contigo, aquí y ahora.
- Pero...
- Aprovecha el tiempo que has ganado. No lo podrás recuperar jamás.

Ella enmudeció ante la dimensión del acto de su marido, sacrificando los compromisos anticipados por sus propios caprichos personales. Aquello fue una muestra de amor que no olvidó jamás. Aprendió, asimismo, otra lección: discutir e imponer la razón no tiene sentido. Dos personas no discuten si uno de los dos no quiere.

Rafael Hernampérez

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