He aquí un cuento sufí que me encanta por su brevedad, sencillez y sabiduría.
Un día, Nasrudín y Tamerlán paseaban por la ciudad. Cuando el emperador pasó junto a un mendigo, le preguntó su nombre.
- Al nacer, mis padres me llamaron Riqueza - contestó el hombre.
- ¡Qué sorprendente que haya resultado que seas tan pobre! - se rió el gobernante.
- Es evidente cuál de vosotros dos es el más pobre - dijo Nasrudín -: el que se ríe de la desgracia del otro.
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