lunes, julio 03, 2006

Historias sin precio

Ultimamente recibo correos de personas que leen mi blog. Son palabras de agradecimiento e incluso de reconocimiento. En esos correos me comentan sus historias y sus problemas. En ellos hay un drama desgarrador en ese teatro y en ese papel que les han tocado interpretar. En ellos surge la rabia, la ira, la traición de aquellos en los que más hemos confiado, a los que más hemos querido, en los que más nos hemos sacrificado y por los que hemos dado casi nuestra vida, y que al final nos han dejado tirados como vil basura, como un trapo sucio que después de usado termina pudriéndose en un oscuro y pestilente vertedero.

Son historias tristes, dolorosas y, por desgracia, muy reales. Son historias olvidadas, historias que no interesan, historias destinadas a un final sin importancia; historias para nadie.

Leo estas historias y mi empatía se sumerge en ese océano de lágrimas amargas; de lágrimas derramadas y sin utilidad. Oigo llantos sordos, que se pierden en el aire. Buceo en las profundidades de esas almas que sufren en su silencio, aunque más bien en un silencio impuesto por aquellos que quisieron enterrar esa historia, por aquellos que humillaron a estos actores queriendo ser los protagonistas de una gran historia feliz e interesante, jugando con sus sentimientos, humillándoles, aprovechándose de sus talentos, de sus contactos y de su inocencia para exprimir la valía que ellos no tenían, y utilizarla para sus propios intereses.

Son estas historias, las proscritas, las enterradas, las humilladas, las silenciadas, las historias más interesantes. Son historias que revelan verdades y que revelan vidas ejemplares. El sufrimiento de estas personas sirven de baluarte para aprender e intentar hacer un mundo mejor y una vida más feliz.

No soy psicólogo ni psiquiatra. No soy un curandero del alma. No voy a curar a nadie. Sólo soy una persona que escucha, una persona que vive y siente las historias de este mundo conectado; una persona que aconseja y que ofrece una amistad y un corazón. Simplemente eso: ofrecer felicidad a una alma atormentada, aliviando su carga con un poco de comprensión.

¿Y qué gano yo con esto?. El pago por una historia sin precio es una moneda que no tiene precio. La moneda más valiosa es una sonrisa tras una lágrima, y un "gracias" con el corazón.

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