lunes, julio 31, 2006

El chip de la felicidad

En los últimos meses he sufrido una profunda y positiva transformación, que me ha llevado a hacer locuras, tales como rechazar el trabajo de mi vida. Ahora, en la soledad de mi oficina, a las 7 de la mañana, reflexiono y una sonrisa se dibuja en mi rostro por haber acertado.

Hago balance de lo acontecido en los últimos meses, y me congratula y me hace dichoso. He forjado la amistad de muchas personas a través de este blog, de personas que agradecen un rato de conversación, de unos consejos, de comprensión, y de unas palabras alentadoras y de ánimo.

Mi relación con mi propia familia ha mejorado. Con mis antiguas amistades también. Incluso con aquellos nuevos vecinos con los que apenas intercambiaba un saludo. O con los empleados de seguridad del edificio, o con la señora de la limpieza, o con los camareros de mis restaurantes preferidos.

En el trabajo estoy estupendamente, cuando hacía poco quería irme.

Reflexionando sobre toda esta dicha he descubierto que todo se debe a un "chip" prodigioso, al que he llamado el "chip" de la felicidad.

En España tenemos una expresión: "cambiar el chip". Esta expresión se refiere a ver y pensar las cosas de forma diferente, de tener otra dimensión de una cosa. La mayor parte de las veces nos formamos una imagen distorsionada y equivocada de las cosas, y nos empeñamos en que la imagen es así sin verla desde otro punto de vista.

Cuando vine de Inglaterra, mi visión del trabajo era desalentadora, pues el cliente había recortado casi todos sus presupuestos en proyectos. Por otro lado, salir de un proyecto y no tener otro aguardando, en la consultoría informática es casi seguro sinónimo de despido. En pocas empresas valoran a un empleado, y la interrupción de facturación por el empleado (es decir, emisión de factura por el trabajo realizado), se transforma de un número positivo (facturación) a un número negativo (nómina).

Pero no perdí el aliento, y me preparé para lo peor. Ya había pasado por esto en otras ocasiones.

Pero ocurrió algo que no esperaba: mi empresa me mantuvo casi un mes sin proyecto, y después me colocó en muchos proyectos, de muy poca duración, en muy poco tiempo. Así, en apenas cuatro meses, he pasado por cinco proyectos. Además, he realizado muchas actividades que nada tienen que ver con mi categoría o con mis responsabilidades. Había pasado de ser un capitán a ser soldado raso.

La inercia me hizo ver el panorama de la siguiente manera: no era valorado, me habían degradado, me hacían hacer cosas que hice hace casi veinte años, cosas que nada tenían que ver con mis talentos y todo aquello que durante tanto tiempo había luchado por realizar. Además, tenía a "lechones" que estaban por encima de mi, dándome órdenes, y que acababan de salir de la universidad. Se estaban colocando por encima de mí unos cachorros con apenas cuatro o cinco años de experiencia.

Pero esta vez hice algo diferente a lo que había hecho durante toda mi vida, y no me dejé llevar por inercia: cambié el "chip". Me quite mis sucias gafas, y me puse otras gafas. Y lo vi todo más claro.

El que estuviera en lo más bajo del escalafón era una apuesta de mi empresa por mi. Querían seguir contando conmigo, y para no perderme me dieron trabajo en lo único que había. Incluso ahí estaban perdiendo dinero, porque estaban facturando al cliente por la tarifa de un soldado raso, y en realidad estaban pagando la nómina de un capitán.

Por otro lado, yo no tenía ninguna responsabilidad. Mi misión era las cuatro cosas que tenía que hacer, no tener responsabilidades, ni gestionar equipos, ni dar la cara al cliente, ni estar presionado por los tiempos ni los compromisos. Por una vez desde hace muchos años, yo era libre, y los recién licenciados eran felices por querer demostrar que podían asumir responsabilidades. Por tanto, todos felices.

También me di cuenta que necesitaba una dosis de humildad, y retornar a los orígenes, al trabajo de primera línea, me hizo recordar muchas cosas, sobre todo de dónde venía. Eso me ha abierto los ojos a otras perspectivas que en mi arrogancia y en mi afán de la lucha por el liderazgo en la empresa, me tenía vetado yo mismo.

Cada día estoy más contento con mi trabajo, y el resto de compañeros también lo están conmigo. Ahora estoy en un proyecto del cual soy responsable a nivel técnico. Me han asignado a una recién licenciada, cuyo primer trabajo ha sido éste. Tanto ella como el resto del equipo están ilusionados con un proyecto, que fuera de ser el mejor o el más interesante que he realizado en mi larga trayectoria profesional, es el más gratificante y el más motivador de cuantos he tenido. Y no lo es por el proyecto en sí, si no por el "chip" con el que estoy abordando el mismo.

Por primera vez en mi vida estoy absorto en mi trabajo, y el tiempo pasa tan deprisa y tan bien que no quieres que acabe nunca. Empiezas el día con muchas ganas de ponerte manos a la obra. Terminas el día creyendo que sólo llevas un ratito trabajando, con más ilusiones que al principio. Atrás se quedaron la desidia, el aburrimiento, las excusas, el malhumor, el miedo, la presión, los fantasmas de la traición y de los malos augurios. Eso se ha quedado fuera.

Y no tengo la suerte de tener un fantástico trabajo. Nada de eso. Incluso creo que mi proyecto actual es el más simple y que menos me va a aportar profesionalmente. Todo se debe a que he cambiado el "chip", y con este nuevo "chip" soy más feliz. Todo lo veo posible y bello, y gracias a esa visión, puedo ponerme manos a la obra con mucha motivación. Soy feliz porque disfruto, sin más, aceptando las cosas como suceden, sin exigir que las cosas estén a mi gusto, sin analizar, sin hacerme preguntas, sin pedir explicaciones ni desear factores de "posible" mayor felicidad.

Creo, amigos míos, que la felicidad en todo está en cambiar el "chip", en el modo de ver, sentir y comprender las cosas. En todo, os puedo asegurar, hay infinitas posibilidades de hacer las cosas bien, con entusiasmo, con dedicación, con belleza, con amor, y obtener un dulce y fresco fruto que nos hace felices. Pero, cuidado, la mayor felicidad no está en el fruto, si no en cada uno de los momentos del trabajo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola... La esperanza es la flor que nace en la desolación, iluminando el camino a tomar, sinn perder la ilusion de un mundo mejor... Un mundo donde gocemos de nuestro verdadero yo. La mayor ceguera del hombre es la de su alma.

Ruth Delia Hayer.
rutchys@hotmail.com